

La experiencia de asistir al supermercado nunca había sido una práctica de extrema precaución, más allá de comprar los alimentos en mal estado o caducados. Sin embargo, la nueva normalidad exige un control escrupuloso de la limpieza desde el momento de estacionarnos, hasta la zona donde agarramos el carrito en el que guardamos los productos que consumimos; fijarnos qué tan limpios están los pasillos que transitamos y, finalmente, echarle ojo a la higiene de las estanterías donde se encuentran colocados los productos (especialmente en la zona de verduras).
Consulta el artículo completo en la revista Mayoreo y distribución, página 84